La nivelación y la ley de octavas

El estudio de la ley de nivelación y de la ley de octavas nos permite comprender la manera cómo actúan las fuerzas ascendentes y descendentes produciendo los procesos evolutivos e involutivos que se presentan en la naturaleza. Estamos regidos e influenciados por estas leyes así no lo sepamos. Si queremos obtener resultados en nuestro desarrollo interno debemos aprender a manejarlas con inteligencia.

¿Qué es la nivelación?
La nivelación es una ley que rige los procesos descendentes e involutivos en la naturaleza. Actúa como una fuerza produciendo igualación de valores entre personas, objetos y fenómenos que interactúan al relacionarse. La ley tiene rigor a través de las relaciones y por lo tanto sobre todas las cosas, puesto que nada ni nadie está exento de la relación. La relación produce a su vez influencia, impacto, intercambio y afectación, propiciando las condiciones para que actúe la ley.
En el proceso de las relaciones siempre encontramos elementos que ejercen una fuerza dominante que atrae e iguala a aquellos que son susceptibles a ser nivelados. Por ejemplo, si tiramos una botella de agua caliente en un lago de agua helada, la temperatura de la botella será nivelada por la del lago. Si llevamos un campesino a vivir en una gran ciudad, este terminará nivelándose al ritmo, horarios, agitación, intensidad y costumbres de la ciudad.
Parecería a simple vista que en la nivelación lo grande siempre actúa igualando a lo pequeño. No obstante, debemos estudiar cómo está ley tiene una particular relación con los procesos descendentes, degenerativos e involutivos; y en estos casos puede actuar en sentido contrario. Es así como una manzana podrida puede nivelar todo un cajón de muchas manzanas sanas, pero cien manzanas sanas no pueden nivelar una podrida.
Una pequeña pieza carcomida por el óxido puede nivelar gradualmente toda la carrocería de un automóvil, pero la carrocería en buen estado no puede hacer disminuir el óxido de la pequeña pieza.
Un hombre contagiado de un virus puede hacer enfermar a cincuenta más, pero cincuenta hombres sanos no pueden por simple relación sanear al hombre enfermo.
Un niño degenerado con mañas y vicios puede nivelar e igualar a su condición a veinte niños ingenuos, pero veinte niños ingenuos no pueden nivelar al degenerado en la ingenuidad.
El ignorante que sostiene percepciones ilusas y frecuenta tendencias degenerativas puede nivelar a otros en su condición, pero el sabio no puede nivelar al ignorante, solo puede indicarle el camino.

¿Cómo actúa sobre nosotros la nivelación?
Esta ley ejerce una gran fuerza sobre nosotros porque al nacer en estado de inocencia e ingenuidad somos susceptibles a ser nivelados. En la vida debemos relacionarnos con un entorno en el que están establecidos unos prototipos, normas, valores, costumbres, autoridades y modelos que se nos presentan e imponen apoyados en la fuerza y respaldo del convencimiento colectivo. Como no contamos con una fuerza y sabiduría propias, no tenemos fundamento para ser autónomos y entonces terminamos siendo atraídos por las sugerencias y nivelados por las imposiciones de nuestro entorno. Por la fuerza de la nivelación nos adaptamos al entorno en el que nos desenvolvemos y nos convertimos en su extensión. Aceptamos y sostenemos creencias, comportamientos, hábitos y tradiciones que son frecuentadas por la colectividad, adoptándolas como propias sin observarlas ni cuestionarlas. La nivelación hace que terminamos pareciéndonos a aquello con lo que nos relacionamos. Por eso se dice: “dime con quién andas y te diré quién eres”
Al adaptarnos nos sentimos cómodos y seguros caminando los mismos pasos de otros, deseando, admirando, pensando, vistiendo, hablando, viviendo y valorando lo mismo que otros. Como parte de este proceso adoptamos las ideas populares de Dios, de la felicidad, del sexo, del amor, del sentido de la vida, de lo que se debe ser, tener, etc.
¿Qué es lo que somos actualmente? Aquel conjunto de gustos, preferencias, ideas, tradiciones, etc. con las que nos identificamos y consideramos propias de nuestro ser. Todo producto de la nivelación.
La nivelación nos ofrece una forma cómoda de vivir pero nos vuelve estúpidos porque nos lleva a perder los rasgos que tenemos de individualidad. Anula nuestra capacidad de observar, aniquila el sentido común, el discernimiento y nuestra posibilidad de ser autónomos. Una vez hemos sido nivelados perdemos la capacidad de juzgar si aquello que seguimos y apoyamos es absurdo, contradictorio o perjudicial.
Entonces, aunque sea obvia la corrupción y falsedad de un político y de su partido, lo elegimos porque otros también lo eligen.
Aunque sea evidente la corrupción de una religión o el absurdo de sus procedimientos, la seguimos porque todos la siguen.
Aunque sabemos que un alimento o sustancia es perjudicial para la salud física y mental lo consumimos con confianza porque otros también la consumen. Pareciera que las cosas dejan de ser absurdas, nocivas y tóxicas simplemente porque así lo es para los demás.
Las cosas nos parecen lógicas y razonables si provienen de una figura reconocida, pero las consideramos absurdas si quién nos habla no está respaldado por el convencimiento colectivo.
Desarrollamos un falso sentimiento de seguridad que nos embriaga y enceguece. Y entonces, sólo nos sentimos seguros y tranquilos cuando seguimos la ruta demarcada por una colectividad.
La nivelación es un gran obstáculo que debemos superar para recorrer el camino de la sabiduría y del despertar de la conciencia, porque cuando decidimos pensar, determinar y actuar por sí mismos, seremos presionados por la colectividad que se extraña cuando alguien actúa de manera diferente a lo establecido.

La nivelación en el sueño y en el degeneramiento
La nivelación es la fuerza que nos atrae e iguala al nivel de degeneramiento y sueño de la humanidad.
A medida que nos vamos nivelando no solo comienzan a parecernos normales los hábitos y tendencias que caracterizan el degeneramiento colectivo sino que los adoptamos como actividades indispensables para nuestro bienestar.
Podemos verificar nuestro proceso en el degeneramiento cuando al observarnos descubrimos la presencia de vicios, defectos, complejos y tendencias que antes no teníamos y que ahora frecuentamos con dependencia.
Nos degeneramos sin darnos cuenta porque consideramos normal nuestro proceso al compararnos con una sociedad que está degenerada.
Descendemos y nos acoplamos en los diversos niveles del degeneramiento muy gradualmente a medida adoptamos tendencias físicas, mentales y vicios de los que obtenemos placer, integración, poder, excitación, estimulo e intensidad que se convierten en parte fundamental de nuestro bienestar cotidiano. El hecho de suspender estas actividades nos causa tedio, monotonía, ansiedad, desesperación, etc. Entonces nos vamos ubicando por niveles debajo de nuestra naturaleza normal, porque aquello que no es esencial ni indispensable para el hombre normal si lo es para el que se ha degenerado.
Al sumirnos en este proceso debemos vivir en función de frecuentar las satisfacciones de las que somos dependientes y entonces nos tornamos egoístas, ansiosos, insensibles, insaciables, perezosos, competitivos, crueles, malévolos, injustos, etc.
El proceso del degeneramiento modifica la forma como percibimos la realidad y entonces lo saludable, verdadero, noble, recto y puro nos parece ridículo, nos causa malestar y sensaciones de monotonía. Mientras lo denso, ilusorio y perjudicial nos genera atracción, admiración, gusto, respeto y agrado.

¿Qué es el cambio?
Cuando al observarnos detenidamente nos damos cuenta que hemos desarrollado ciertos vicios, defectos, complejos y tendencias por los cuales nos encontramos actualmente asentados en un nivel de degeneramiento que es insatisfactorio, problemático y contraproducente, entonces surge en nosotros la aspiración de producir un cambio.
El comienzo de todo cambio es la iniciativa, sin embargo, si desconocemos la forma como somos regidos por la fuerza de nivelación no podremos llegar muy lejos en nuestro propósito, ni lograr que el cambio que aspiramos sea definitivo.
Por la nivelación nos encontramos anclados y sujetos a nuestro actual nivel de ser. Es este anclaje el que nos lleva a experimentar sensaciones de bienestar, apego y familiaridad hacia las tendencias y costumbres a los que nos hemos adaptado. Si queremos realizar un cambio real, debe darse la ruptura de ese anclaje y para eso debemos conocer cómo funcionan los procesos de las fuerzas ascendentes que están regidos por la ley de octavas.

La ley de octavas
Mientras la nivelación actúa produciendo descenso y anclaje en el degeneramiento, la ley de octavas entra en acción cuando pretendemos producir un ascenso.
¿Qué nos dice esta ley? Que en todo emprendimiento o propósito de cambio existen niveles y que entre el nivel en que nos encontramos y el próximo al que aspiramos existe una serie de subniveles o peldaños representados por una octava y sus siete notas musicales.
Si queremos romper el anclaje que nos liga a nuestro actual nivel debemos trascender los peldaños de la octava hasta DAR LA NOTA y conquistar así una escala superior.
Por la nivelación descendemos sin necesidad de realizar ningún esfuerzo, en cambio, para ascender debemos trascender las octavas realizando trabajos conscientes y esfuerzos voluntarios. Estas leyes ejercen una fuerza similar a la que nos rige cuando bajamos y subimos una montaña en bicicleta. Para bajar no hay que hacer esfuerzo, para subir sí. Reflexionando en su acción podremos comprender porque ha sido tan fácil convertirnos en lo que somos, pero es tan difícil dejar de ser lo que somos.
Fuimos nivelados por la influencia de fuerzas externas que nos igualaron. Ahora, para vencer las octavas y lograr la independencia debemos avanzar movidos exclusivamente por la fuerza que sale de nuestro interior. Por eso nadie puede cambiar a otro, porque el cambio solo se da en quien quiere producirlo.
Muchas personas pueden tener buenas intenciones de cambiar, pero desconocen cómo operan las fuerzas que los mantienen sujetos a sus dependencias. Al no saber administrar la fuerza, el emprendimiento de cambio dura poco y la recaída hace perder todos los esfuerzos realizados.
Cuando conquistamos una octava y nos nivelamos en otra superior, el esfuerzo deja de ser necesario para permanecer de forma natural en el nivel conquistado.
Siempre que nos propongamos a realizar un cambio, suspender algún vicio o trascender un defecto psicológico notaremos la presión de una fuerza que nos jala para que recaigamos en ellos. Esto ocurre porque al reemplazar las actividades y costumbres que frecuentamos tratamos de llevar una forma de vida que está por encima de nuestro nivel. Mientras no conquistemos las octavas que nos separan de un nivel superior, las cosas y actividades de ese nivel nos costarán esfuerzo y causarán incomodidad.
Estudiar esto es muy importante, porque intelectualmente podemos albergar conocimientos que están muy por encima de nuestro nivel y por eso en el terreno de los hechos no somos capaces de actuar de acuerdo a ellos.
Para nivelarnos en una escala superior y que las condiciones de estas sean normales y espontáneas para nosotros, debemos romper el anclaje que tenemos en nuestro actual nivel, sabiendo realizar los esfuerzos y sacrificios que sean necesarios en el momento oportuno.

El camino a través de la octava
Comenzamos el camino por una octava cuando en nosotros surge la aspiración de realizar un cambio y ubicarnos en un estado de ser que se encuentra por encima de nuestro nivel actual. Ya sea que nos hayamos propuesto superar un vicio, una adicción, un hábito, etc. Que hayamos decidido trascender un defecto psicológico, adquirir un mayor compromiso con nuestro desarrollo espiritual, incorporar un hábito saludable o adoptar una disciplina para promover nuestro desarrollo interno. Entonces, al tener el anhelo de cambio contamos con una fuerza inicial para comenzar la escalada en la escalera del regeneramiento.
La fuerza inicial es lo que nos impulsa a ejecutar las primeras etapas de nuestro emprendimiento. Sin embargo, lo que generalmente desconocemos es que esta fuerza se va agotando y solo nos lleva hasta un tramo que en las octavas ubicamos representativamente a la altura de la nota Mi. Este comportamiento de la fuerza nos agarra por sorpresa porque al comenzar el proyecto no sospechamos nunca que nuestro ánimo va a decaer y a agotarse. En esta altura del camino somos nosotros los que debemos aportar un nuevo impulso para seguir adelante haciendo un esfuerzo consciente, realizando meditaciones, tomas de conciencia y todo lo que esté en nuestra capacidad para superar los impedimentos que nos incitan a retroceder a los hábitos y actividades de nuestro antiguo nivel hacia el que sentimos familiaridad.
Si oportunamente no se realiza un esfuerzo consciente y voluntario, no se “da la nota” y seremos devueltos por la nivelación al estado de ser donde comenzamos, perdiendo el avance alcanzado.
La fuerza de la nivelación es como un resorte que siempre nos atraerá al nivel en el que nos hemos anclado y si nos descuidamos nos hará descender a otro inferior. En cambio, si hacemos el esfuerzo oportunamente podremos trascender la dificultad, y así conquistaremos nuevas fuerzas que nos darán impulso para seguir adelante. Al haber vencido la resistencia de la nivelación contaremos con la fuerza necesaria para ascender hasta la altura de la nota LA, donde se presentará una segunda crisis más intensa que la anterior. Reconoceremos estas dificultades y podremos diferenciarlas de las anteriores por su intensidad, ya que tienen lugar lugar justo antes de que conquistemos la nota. Entonces nos sentimos abatidos y sin fuerzas para continuar. Esto ocurre porque se está produciendo la ruptura del anclaje y nos encontramos a punto de nivelarnos en una octava superior.
Al igual que en la primera crisis se nos presentan nuevamente las dos opciones: dar todo de sí mismos y hacer un súper esfuerzo consciente y voluntario para superar la nota o abandonar el propósito y ser devueltos por la nivelación al antiguo nivel. Si se hace el esfuerzo y se trasciende la dificultad, se conquista la nota con todas sus propiedades, sabiduría, capacidad y experiencia. Establecemos un nuevo anclaje en una octava superior y por lo tanto nos parecerán normales las cosas del nuevo nivel conquistado.
Al haber adquirido la experiencia en el degeneramiento ya no somos igual de susceptibles a las influencias como lo éramos en estado de ingenuidad. La sabiduría adquirida es la que nos faculta para contrarrestar la influencia de las relaciones y poder movernos herméticamente en un mundo degenerado sin ser susceptibles a nivelarnos con él.

No identificarse con las crisis y dificultades
Generalmente las crisis son una señal de que se está a punto de conquistar una octava que está por encima de nuestra actual capacidad. En el camino a la sabiduría siempre habrá crisis porque somos exigidos mientras conquistamos niveles de ser superiores. Los únicos que no enfrentan crisis son aquellos que viven de manera lineal permaneciendo siempre en un mismo nivel.
Se dice que la hora más fría de la noche se da justo antes del amanecer. Si comprendemos esto, entonces no nos identificaremos con las crisis que se nos presentan.
Al experimentar las crisis no debemos abandonar ni permitir que decaiga nuestro ánimo. Por el contrario es el momento crucial en el que debemos invertir todas nuestras fuerzas para poder conquistar la nota.

Administrar la fuerza
Comprender que todo ascenso se conquista de forma gradual y en niveles es muy importante para que podamos administrar sabiamente nuestras fuerzas y no abandonar los emprendimientos a mitad de camino. La mayoría de personas se desbocan dejándose llevar por la motivación inicial que surge hacia un proyecto y terminan malgastando la fuerza que se necesita para recorrer todas las etapas necesarias para su ejecución. Es preciso tener en cuenta que el emprendimiento del regeneramiento no es una tarea corta o fugaz sino una gran obra que se construye y sostiene durante toda la vida.
Evitar la entrega vehemente, excesiva y desmedida es tan importante como evitar el desánimo y el desaliento ante las dificultades. Cuando uno comprende que en el camino hay altibajos, aprende a no identificarse ciegamente con las subidas ni con las bajadas.