La charla interior


¿Qué es la charla interior? Es la conversación mental que constantemente se desata en nuestro interior en relación a cualquier cosa. La mente es muy sensible y propensa a agitarse al entrar en contacto con las impresiones que recibimos por los sentidos
Todas las situaciones de la vida estimulan nuestros contenidos psicológicos, que responden y afloran en forma de un dialogo interno.
Desarrollamos la costumbre de relacionarnos con las cosas, interactuando con ellas por medio de nuestros conceptos a través de conversaciones internas. Interpretando, definiendo, valorando, suponiendo, clasificando, etc.
En los diálogos internos somos los dos extremos de una conversación. Tanto los emisores como los receptores. La mente reaccionando desde todos sus contenidos es el lado emisor mientras que la atención es el receptor.
A diferencia de lo que solemos suponer, no elegimos el tema ni duración de las charlas internas, sino que estas surgen de acuerdo a las impresiones que nos cautivan y perduran según sea la magnitud de la identificación.
Una característica particular de los diálogos internos es que se desenvuelven en forma de cadena. Un pensamiento trae al otro, llevando la conversación hacia rumbos inesperados.
  
La mente reacciona desde sus múltiples fragmentos y así cada yo es un conversador que tiene algo diferente que contarnos y su forma particular de hablarnos. Es por eso que nuestros diálogos internos son muy variados, en ellos nos contamos historias, nos relatamos eventos pasados, nos juzgamos, nos justificamos, nos entretenemos, nos advertimos de posibles peligros, imaginamos el futuro, inventamos cosas, nos damos consejos, fantaseamos, suponemos la vida de los demás, etc.
La conversación de la mente gira siempre en torno de sí misma y por eso una de la mayor causa de los diálogos internos es el orgullo o lo que también se conoce como auto importancia. Todas aquellas actividades egocéntricas de la mente que surgen por la susceptibilidad que tenemos ante el juicio,  la valoración y las opiniones de nuestros semejantes.
Con los diálogos internos también intentamos anticiparnos a las situaciones sin darnos cuenta que estos son siempre una distorsión de la realidad. En ellos exageramos los sucesos que están por ocurrir y su valor, especulando bajo la influencia de nuestros intereses, prejuicios, emociones, deseos y temores.
Mientras más susceptibles seamos a identificarnos con los eventos buenos y malos de la vida, más hablaremos sobre ellos en nuestros diálogos mentales.
Y… ¿Qué podemos decirnos a sí mismos que no sepamos? Podemos suponer, augurar, calcular probabilidades, pero en relación a la realidad que desconocemos no podemos saber nada.
El auto conocimiento nos invita a dirigir la atención a toda esta diversidad de diálogos, para que podamos descubrir la relación que tienen con el sueño de la conciencia.

Las charlas y el sueño de la conciencia
Cuando no tenemos noción alguna sobre las cosas del despertar, las charlas internas no solo nos parecen normales, sino esenciales para nuestro existir. El hábito de dialogar internamente está muy arraigado en nuestro diario vivir, de tal forma que acostumbramos a acompañar todas nuestras acciones cotidianas con conversaciones que se desarrollan en segundo plano.
A medida que nos hacemos conscientes de esta costumbre podemos darnos cuenta que las charlas internas no solo tienen una relación; sino que son el sueño de la conciencia.
No importa si son bienintencionadas, espirituales o mundanas. Todas producen el mismo estado de sueño, alteración e inatención.
En el progreso de nuestra práctica podremos descubrir que muchas actividades mentales que consideramos como meditación, son en realidad charlas internas.
Aprender a trabajar sobre el parloteo de la mente es muy importante, ya que las charlas internas sirven de medio para la identificación, porque es a través de ellas que los egos nos hacen sus sugerencias. Al identificarnos con la charla del yo iracundo es que terminamos expresando acciones de ira. Es por la charla del yo de la lujuria que terminamos envueltos en sentimientos, deseos y actos de lujuria.
En las charlas los yoes encuentran siempre la manera de pasar por encima de todas las barreras que la conciencia pone a la identificación. Al aceptarlas y entregarnos a ellas fortalecemos al yo que nos habla así como también la costumbre de vivir charlando interiormente.
Mientras seamos permisivos con los diálogos internos, seremos susceptibles a la fantasía, a sumergirnos en emociones cambiantes y a vivir atrapados en estados internos de distracción. En estas condiciones es imposible que pueda darse el auto conocimiento.
Todas las conversaciones internas originan emociones, estados de tensión, angustia y ansiedad por los cuales gastamos mucha energía innecesariamente.
Si es difícil controlar la lengua de carne, más lo es controlar la lengua psicológica. Sin embargo no es una tarea imposible. Hay que comenzar por observarse.

Las charlas originan estados interiores
Las conversaciones internas son el origen de estados interiores atrapantes que absorben y condicionan la conciencia por tiempo indefinido.
Con las charlas intensificamos el significado y valor de los eventos alentando estados emocionales que generalmente están de sobra. La mayoría de situaciones molestas o incomodas por las que debemos pasar son más terribles y dolorosas en nuestras charlas que al presentarse en los escenarios de la realidad. Aunque las situaciones sean pasajeras, las hacemos trascendentes porque las mantenemos vivas en nuestros diálogos cuando ya han pasado. Si nos diéramos cuenta que muchos de nuestros problemas tienen su origen en una charla, pensaríamos en la importancia de trabajar sobre ellas. Porque al hablar con nosotros mismos solemos darnos malos consejos, malinterpretar los hechos, agrandar las cosas, imaginar posibilidades fatales, alimentar estados de envidia, complicar lo simple, crear problemas donde no los hay, auto compadecernos, etc.
Siendo la vida un reto difícil, con responsabilidades, riesgos, peligros, etc. Dónde no podemos agradar a todo el mundo, ni obtener siempre el éxito de nuestros emprendimientos, lo común es que las personas vivan sufriendo inmersas en charlas interiores de temor, auto consideración, pesimismo, frustración, insatisfacción, etc.
Estos diálogos son muy atrapantes y absorbentes porque se nos presentan acompañados de sensaciones y sentimientos. Por esta razón, todas las fantasías que se proyectan en nuestra mente las sentimos como si fueran eventos reales aunque solo sean producto de nuestra imaginación.
Las charlas internas son un gran obstáculo en el camino a la sabiduría porque originan estados internos de desánimo, frustración, desaliento y pesimismo que resultan de interpretar negativamente las adversidades del sendero.
El proceso del despertar nos demanda en su debido momento elegir caminos existenciales inusuales y experimentar situaciones inciertas que activan muchas inquietudes en la mente. El camino del auto conocimiento contemplado desde una charla interna puede parecer inútil, difícil, absurdo e imposible de realizar. Cualquier situación interpretada negativamente puede servir de comienzo para una charla fantasiosa que fomenta estados pesimistas, depresivos y frustrantes. Estas charlas basadas en especulaciones frecuentemente nos ambientan cuadros de terror que nos hacen ver pavoroso el camino de la sabiduría y floreado el estilo de vida del hombre intrascendente.
La liberación es una gran apuesta. Muchas personas renuncian al camino revolucionario del despertar por prestar atención a sus diálogos internos negativos y desalentadores.



Observar las charlas interiores
¿Cómo detener las charlas internas si la naturaleza de la mente es reaccionar al contacto con las impresiones? El uso de la fuerza es desgastante, genera nuevas charlas y representa una pérdida de tiempo y energía.
Si comprendemos que la mente responde de manera mecánica, nos daremos cuenta que lo esencial no es reprimir, sino observar y comprender su actividad.
El descubrimiento de un dialogo interno es síntoma de atención y también el punto de partida para evitar la identificación. El hecho de saber que estamos escuchando un yo nos faculta para no aceptar sus sugerencias ni entregarnos a las sensaciones que nos invita a experimentar. Aprenderemos a reconocer las charlas desde su principio, mucho antes de que nos envuelva en una película y en sensaciones atrapantes de las que es más complicado liberarse.
El problema principal con las charlas no está en lo que dice la mente sino en la disposición del que las escucha.
Si queremos conservar la libertad debemos evitar identificarnos, más si queremos que las charlas cesen debemos ir más allá.
Descubrir y comprender por qué abordamos todas las cosas a través de palabrerías mentales es lo que puede liberarnos definitivamente de las charlas interiores. En nuestras observaciones podremos descubrir que en las charlas internas solo procesamos información que consideramos beneficiosa, útil o interesante. Es lo que obtenemos de las charlas lo que hace que la mente las emita. Más, cuando observando descubrimos la pobreza de su valor y nos damos cuenta de su inutilidad y contradicción, las charlas disminuyen al igual que nuestra disposición para escucharlas.
Es preciso observar los diferentes tipos de diálogos, porque cada uno tiene una manera distinta de seducir nuestra atención. Algunos nos ofrecen seguridad, otros entretenimiento, otros sensaciones de nostalgia, otros esperanza, etc.

La canción psicológica
La canción psicológica es el aferramiento a las historias buenas y malas que se han desarrollado en torno de nuestra persona.
En nuestra memoria conservamos muchos relatos históricos protagonizados por nuestro ego que tienden a reproducirse frecuentemente en nuestro campo mental de manera similar a una canción que se repite de principio a fin. Los traemos constantemente al presente ya sea para volver a experimentarlos cuando estamos solos o para sacarlos a la luz en las reuniones sociales.
Estos cuentos son muy importantes para nosotros porque representan la historia de nuestro yo. Nuestro ego fue esculpido por las anécdotas y experiencias que ocurrieron en torno de él. No podemos hablar del yo si no es por medio de las historias que le han ocurrido.
Poseemos un archivo inmenso de cuentos sorprendentes, trágicos, terroríficos, emocionantes, sentimentales, increíbles, etc. que siempre se desenvuelven en torno al mismo personaje. El yo.
Triunfos, derrotas, hazañas, casualidades, pérdidas, padecimientos y tragedias son algunos de los temas que hacen parte de la colección en la que están incluidos todos los géneros, desde el drama y la comedia hasta el terror.
Al identificarnos con estas canciones fortalecemos la existencia ilusoria del personaje que las ha protagonizado. Condicionamos el presente con la huella de experiencias pasadas en las cuales nos volvemos a sentir una y otra vez.
En base a los sucesos que nos ocurrieron formamos la imagen de nuestro ego; imagen que sostenemos viva recordando hechos en forma de canciones psicológicas.
De acuerdo a las canciones es nuestra auto-estima y la manera como nos auto- consideramos. Quien recuerda un evento de fracaso se estima fracasado fijando a su ego el valor del suceso. Igualmente ocurre con el caso contrario. Es así como las canciones buenas y malas nos convierten en seres auto-considerados o soberbios.
El curriculum de nuestro ego se convierte en algo muy importante y por eso ansiamos protagonizar hechos notables que podamos añadir a nuestra lista de experiencias para decir: yo hice, yo logre, yo fui, yo conocí, etc. Es así como la experiencia de la realidad pasa a un segundo plano y solo nos fijamos en el valor que los sucesos puedan aportar para enriquecer nuestra historia personal y auto importancia.

Canciones buenas y malas
Las canciones orgullosas hablan de todos los triunfos y proezas que nuestro yo ha protagonizado. Al contarlas experimentamos confianza en sí mismos y seguridad.
Las canciones quejumbrosas y resentidas son las que relatan todas las tragedias y maltratos por los que hemos tenido que pasar.
Mantenemos frescas las heridas que otros nos han causado conservando el recuerdo de hechos dolorosos que ocurrieron en el pasado. Experimentamos odio, resistencia, repudio y otros sentimientos similares hacia aquellos que quedaron registrados en nuestras canciones psicológicas por habernos ofendido de algún modo.
Estas charlas quejumbrosas también nos llevan a encerrarnos en actitudes de auto consideración y lástima hacia sí mismos. En ellas nos apoyamos para mantener con vida los resentimientos que cargamos hacia familiares, vecinos, compañeros de trabajo, amigos, como también hacia una religión, un país o un gobernante.
Grabamos nuestra versión de las historias y las utilizamos como tema repetido en las conversaciones que entablamos con los demás.
Nuestros relatos suelen estar cargados de subjetividad. Los recuentos que hacemos de los hechos tienden a estar acomodados según la conveniencia del yo que siempre aparece como figura central. El orgulloso aumenta el valor de sus hazañas y el mártir aumenta la tragedia de sus narraciones. Los eventos nunca son relatados de manera impersonal.
Las personas que se victimizan relatando sus historias trágicas no tienen en cuenta que con sus actitudes y comportamientos son responsables en gran medida de los eventos difíciles por los que han tenido que pasar. Ignoramos que poseemos el yo de nuestros verdugos y que las tragedias y problemas de la vida no llegan gratuitamente porque siempre son el efecto de nuestras acciones.
Observando las canciones psicológicas que cargamos sobre la vida podremos descubrir la manera como duermen nuestra conciencia y entonces comenzaremos a despertar.