El nivel del Ser

En la vida existen diversos valores que podemos adquirir, por los cuales nos ubicamos en un nivel correspondiente en relación a las demás personas. La mayoría de hombres se estiman y miden a sí mismos de acuerdo a lo que poseen y atesoran en el mundo exterior, sin embargo, el presente estudio nos invita a descubrir que no solo existen este tipo de valores, sino también aquellos que pertenecen a los mundos internos del Ser.
Conociéndonos a sí mismos podremos descubrir que los valores externos no lo son todo y que existe una escala sutil donde encontramos otro tipo de valores que generalmente pasan desapercibidos. Los valores del Nivel del Ser.

Los valores de la vida
La vida es la experiencia que podemos representar con una línea horizontal que va del nacimiento a la muerte, en la que vamos avanzando y agotando sus etapas mientras simultáneamente pasamos por situaciones buenas, malas, agradables, desagradables, fáciles, difíciles, etc. Esta es la línea del tiempo, porque todo lo que allí se presenta ocurre por etapas que tienen una duración. Un comienzo y un final.
En el paso que hacemos por la línea horizontal de la vida desarrollamos y adquirimos una serie de valores que podemos llamar “valores de la vida o valores del tiempo”; dentro de los cuales encontramos:
- El nivel económico, poder adquisitivo y propiedades.
- Las habilidades intelectuales, deportivas, artísticas y de todo tipo.
- El nivel educativo y profesional.
- Los modales y costumbres de la cultura.
- El aspecto físico y en general todos los valores que adquirirnos, administramos y utilizamos en el campo externo de la vida.
Los valores de la vida nos recubren formando una apariencia.


¿Cuál es la función de estos valores?
Los valores de la vida tienen una utilidad real u objetiva. Son fundamentales porque nos capacitan para satisfacer las necesidades básicas de la vida, para ser independientes y para prestar un servicio en nuestro medio. Sin embargo, no solo los utilizamos para su finalidad objetiva, sino que acostumbramos a identificarnos con ellos, a creer que representan la realidad absoluta de nuestro ser y a usarlos para medir nuestra importancia personal en relación con las demás personas.
Consideramos de mayor categoría y más respetables a las personas que se desatacan en los valores de la vida y están envueltas en una apariencia sobresaliente; por esa razón relacionamos la adquisición de estos valores con el logro, con el éxito, con la realización y con la finalidad existencial.
Solemos inclinarnos a creer que la felicidad y el bienestar son producto de la adquisición de los valores externos y un derecho exclusivo para aquellos que los poseen en abundancia.
Al dedicarnos de lleno y exclusivamente al cultivo de los valores de la vida no tenemos alcance para percibir otros que se encuentran en una esfera más profunda. Los valores del Ser.

Los valores del Nivel del ser
Además de los valores de la vida, existe otra escala de valores en una dimensión más sutil que por ser invisible pasa inadvertida para la mayoría de personas. Esta es la escala de los “Valores del nivel del ser” que podemos representarla con una línea vertical que se cruza con la horizontal; en la cual encontramos el grado de desarrollo humano que nos caracteriza. En esta escala nos ubicamos en un punto determinado donde encontramos personas por encima y por debajo de nuestro nivel.
Así como encontramos personas que tienen un nivel económico superior al de otras, también existen personas que son más susceptibles al temor, a la ira, a la preocupación y a la amargura que otras. Encontramos personas que son más frágiles a las opiniones que otras. Personas que poseen una comprensión más profunda de la vida que otras. Personas que entienden y viven en mayor armonía con las leyes de la naturaleza que otras. Personas que tienen una capacidad de amor muy superior al de otras. Estos valores forman en su conjunto el nivel evolutivo de una persona y a diferencia de los de la vida son sutiles e invisibles ya que al ser internos no forman parte de las apariencias.
En la línea vertical del nivel del ser encontramos los diferentes peldaños que hay en la escalera del desarrollo humano. Entre mayor sea nuestra ignorancia y egoísmo nos ubicaremos más abajo y entre mayor sea nuestra sabiduría y amor nos ubicaremos más arriba. Sin embargo, al referirnos a la sabiduría no debemos confundirla con la capacidad intelectual, así como el amor con los sentimientos afectivos que acostumbramos a experimentar en nuestras relaciones interpersonales.
La sabiduría está relacionada con el nivel de comprensión que tenemos de la vida y se corresponde a qué tanto y qué tan profundo ha sido el contacto que ha tenido nuestra conciencia con las verdades de la vida.
El juicio de la realidad difiere en cada persona según sea la profundidad de su observación y la sensibilidad que tiene para captar verdades más profundas. Así, hay quien valora, estima y se atrae hacia una pareja porque se fija exclusivamente en su figura y aspecto físico. Mientras hay personas que son sensibles y conscientes de la existencia de realidades más profundas que el ojo superficial no alcanza a captar. Como por ejemplo; hay quien alcanzar a ver que detrás del aspecto físico existe un universo psicológico, que el éxito en la convivencia depende del amor, del respeto y del cultivo de muchos otros valores, que la belleza es pasajera, fugaz y tiende a decaer, etc.
La sumatoria de observaciones de la verdad en sus diversos niveles de profundidad es lo que forma el recto juicio.
En el paso por la vida estamos rodeados y en contacto frecuente con muchos fenómenos, relaciones y realidades de las que podemos tener conceptos complicados, románticos, religiosos, intelectuales, morales y de muchos tipos; pero de las que tal vez no hemos alcanzado entendimiento a partir de observaciones propias, profundas, directas e impersonales.
El grado de sabiduría que nos ubica en un nivel de ser depende de qué tanto hemos observado todo aquello que hace parte de la vida, de lo cual solo tenemos conceptos subjetivos procedentes del medio exterior.
¿Qué tanto hemos observado y cuestionado los conceptos que recibimos de Dios, del amor, de la felicidad, del placer, de la amistad, de las posesiones, del trabajo, del fin de la vida, etc.?
¿Qué tanto hemos observado y comprendido acerca de las leyes de la naturaleza, del destino, del azar, la casualidad, etc.?
¿Qué tanto nos conocemos a sí mismos y comprendemos el trasfondo de nuestras conductas, sentimientos, deseos, etc.? Y por lo tanto ¿Qué tan libres somos del condicionamiento?
¿Qué tanto entendemos nuestra biología, el cuerpo, el sexo, el instinto? Y por lo tanto ¿Qué uso damos a nuestras fuerzas y energías?
¿Qué tan amplia es la comprensión que tenemos del bien y del mal y qué tan autónomos somos de la moral colectiva?
Entonces lo que diferencia al ignorante del sabio es el grado de acierto y profundidad en el juicio que cada cual ha desarrollado de la realidad, así como la capacidad de vivir acorde a él.
Al tener juicios diferentes, también se forman predilecciones, gustos, prioridades, estilos de vida, conductas y hábitos diferentes. Por esta razón las formas de vida, condiciones, entornos y relaciones de los hombres son muy diferentes según el nivel de ser en que cada cual se encuentre. Según sea nuestro nivel de ser atraeremos un tipo determinado de circunstancias, personas y condiciones.
Para quien tiene un nivel de ser bajo resulta tedioso, incomprensible, monótono, absurdo y vacío el modo de vida de aquel que se sitúa en niveles de ser mucho más elevados al suyo.

Valores de la vida y del Ser
Reconocer la diferencia entre las dos escalas de valores es muy importante, ya que esto nos permitirá comprender cómo podemos desarrollarnos en cada una de ellas. Así como los valores de la vida deben cultivarse con trabajo y dedicación, si queremos desarrollar los valores internos deberemos aprender a hacer otro tipo de trabajos que también exigen conciencia, tiempo, continuidad y energía.
No debemos confundir los valores de la vida y los del ser porque estos pertenecen a esferas o dimensiones totalmente diferentes. El cultivo de unos no lleva necesariamente al desarrollo de los otros. El despertar interno no adviene por añadidura al conquistar riqueza y habilidad en el campo externo. Podríamos adquirir títulos, honores y propiedades en el mundo exterior sin que esto altere o aporte algo a la comprensión que tenemos de la vida y de sí mismos.
Podemos ocuparnos en alcanzar grados o jerarquías dentro de instituciones religiosas mientras permanecemos estancados en relación a los valores del ser.
El desarrollo en los valores de la vida puede llevarnos al deterioro interno, porque cuando una persona se identifica con la prosperidad, el éxito, el reconocimiento y el poder, suele volverse engreída, auto suficiente, soberbia, ambiciosa, etc.
Curiosamente, un campesino o un indígena podrían haber alcanzado una percepción más profunda de la vida que un actor famoso, un empresario o una eminencia religiosa que viven dedicados al sostenimiento y desarrollo de su rol externo.
Existen hombres de precaria formación educativa que son más libres del condicionamiento que los estudiados y profesionales. Muchas personas pueden ser sabias en relación a la vida pero no hábiles ni destacadas en un nivel profesional.
Una persona bien instruida en el campo intelectual puede llegar a ser más hábil en los debates que el hombre de sabiduría.
El promiscuo puede ser más astuto en el campo de la conquista, la poesía y el romance que aquel que posee una gran capacidad de amar.
El desarrollo de lo exterior nos puede brindar un aspecto destacado y sobresaliente así seamos pobres en el campo interno.
El cultivo excesivo de los valores de la vida en vez de ayudarnos a despertar y a incrementar en sabiduría, produce corrosión interna, aumento del egoísmo y de la ignorancia.
El desarrollo de la sabiduría nos permite descubrir el lugar que deben ocupar los valores de la vida. Ellos son útiles y efectivos para la dimensión física en la que nos movemos transitoriamente. Su adquisición equilibrada puede traernos bienestar pero no puede librarnos del malestar psicológico que es producto de los condicionamientos, egoísmo e ignorancia.
Solo cuando hemos alcanzado una recta apreciación de todas las cosas de la vida nos liberamos profundamente del sufrimiento que producen nuestras percepciones erróneas y entonces surge el bienestar y la sabia administración.

¿Cómo identificar nuestro nivel de Ser?
Si queremos comenzar a producir un desarrollo en lo interior es vital que conozcamos nuestro nivel de ser y podamos ubicar en él el punto de partida desde el cual trabajar. Es fácil conocer nuestra condición en relación a los valores externos de la vida, ya que estos son perceptibles y podemos inventariarlos. En cambio los valores del nivel del ser son diferentes, porque no son perceptibles y pertenecen a las esferas interiores del ser. Descubrir nuestro nivel de ignorancia es difícil porque es invisible para nosotros ya que está relacionado con aquello que no hemos comprendido. Todo aquello de lo que no nos hemos dado cuenta.
El hecho de desconocer nuestro nivel de ser es uno de los motivos por los cuales no invertimos tiempo en trabajar sobre sí mismos, ya que al suponer que somos buenos ciudadanos, familiares, amigos, etc. no vemos la necesidad de este tipo de emprendimiento. Como nos medimos a sí mismos a partir de lo que somos externamente suponemos equivocadamente que nuestra calidad humana se corresponde con lo que representamos en el mundo exterior.
Generalmente vemos con más claridad aquello que otros deberían cambiar, porque desconocemos todo lo que debemos descubrir y trabajar en nosotros mismos.
¿Cómo vamos entonces a conocer nuestro nivel de ser? Solo podremos descubrirlo si tenemos disposición para observar todas nuestras respuestas, actitudes, deseos, comportamientos, hábitos que surgen en el campo de las relaciones en el momento presente. Porque las expresiones y conductas que tenemos hacia la vida son el reflejo de nuestros fundamentos y del juicio que tenemos de la realidad. En la interrelación con el dinero, con la pareja, con los amigos, con las responsabilidades, con las creencias religiosas y con todas las cosas que componen la vida podremos percibir la manifestación de lo que somos. Los egos arraigados, temores, supersticiones, incertidumbres, rasgos de inmadurez, prejuicios, dependencias y complejos que hemos adquirido y por los cuales nos encontramos situados en un nivel de ser determinado. Todas estas cosas representan el punto de partida de nuestro trabajo interior. Este es el material de estudio sobre el que debemos trabajar; el cual es muy diferente para cada persona.
A medida que avanzamos en nuestro nivel de ser, aplicando las diversas herramientas del auto conocimiento, descubrimos que no solo vamos superando la ignorancia y el egoísmo, sino también los problemas, conflictos y malas relaciones de los niveles que vamos trascendiendo.