El yo de la brujería

El yo de la brujería es un rasgo característico de la psicología que nos lleva a experimentar curiosidad y deseo por desarrollar facultades y poderes ocultos  innecesarios que representan una desviación para nuestro proceso de regeneración, de despertar y de iluminación interior.
Auto observándonos podremos descubrir los yoes sobre los que debemos trabajar para que el desarrollo de nuestros potenciales no nos perjudique, nos corrompa y nos desvíe del camino hacia del despertar de la conciencia.

La búsqueda del poder y el ocultismo
Todos los seres humanos nos sentimos atraídos de manera consciente o inconsciente hacia el poder. En la vida tendemos a ocupar todas nuestras fuerzas, inteligencia y capacidades con el propósito de dominar y controlar las relaciones y circunstancias para que se acomoden a nuestras expectativas, deseos y condicionamiento. La conquista de este propósito solemos llamarla “felicidad”, a la persona que lo consigue la llamamos “exitosa” y al medio que utilizamos para lograrlo le llamamos “poder”.
Siendo el poder externo indispensable para la mente sin iluminar, es natural que las personas se aficionen a la producción de dinero, al cultivo de la habilidad, del intelecto y a todas las actividades que prometan aumentar el nivel de poder que tienen sobre las circunstancias externas y sobre los demás.
Cuando nos acercamos al conocimiento interior descubrimos que no solo existen poderes físicos, sino también los metafísicos. Que nuestro ser tiene potenciales dormidos, facultades latentes y capacidades que de desarrollarse nos abrirían una puerta de poder.
Entonces el camino del ocultismo, de la magia, de los rituales y de las prácticas paranormales se torna muy atractivo porque le ofrece a nuestro ego métodos no convencionales de lograr la realización de sus deseos. Es así como despierta en nosotros el yo de la brujería.
Movidos en esta línea podemos incursionar en un terreno de muchos caminos, conocer la mediumidad, el espiritismo y las incontables prácticas ocultas que nos ponen en contacto con seres, entidades y fenómenos de otros planos quienes pueden ofrecernos información, beneficios, intercambios y la posibilidad de hacer pactos y alianzas.
Podemos interesarnos por la adivinación y aprender a leer las cartas, el tabaco, el curso de los astros, el iris de los ojos o las líneas de las manos para augurar acontecimientos del futuro.
Podemos conocer como magnetizar objetos, amuletos, piedras, investigar sobre el poder del verbo y perseguir efectos recitando palabras o invocaciones mágicas. También averiguar sobre los espíritus y elementales de la naturaleza o dedicarnos a desarrollar un potencial de sanación mística.
Podemos conocer prácticas para ver los pensamientos de otros, los colores del aura, la anatomía oculta, los chacras y las fuerzas vitales del hombre. Y así, existen innumerables caminos similares como la santería, el chamanismo, etc.
Al toparnos con tan variadas y atractivas posibilidades podríamos estimarlas como vías seguras para nuestro desarrollo humano; ignorando que mientras no hayamos conquistado la soberanía sobre sí mismos es inútil aspirar cualquier tipo de poder que en últimas solo nos conducirá al desarrollo del yo de la brujería, a acarrearnos problemas, ligues y consecuencias terribles.
Sucede que el principiante en el autoconocimiento desconoce la existencia de la mayor parte de sus defectos e impurezas psicológicas y son estos los que se apoderan de todas las facultades que pudiera desarrollar prematura e innecesariamente.
En nuestra curiosidad hacia lo oculto podríamos abrir puertas que luego no estamos capacitados para cerrar y vincularnos con fuerzas y entidades de las que luego no nos podemos liberar. Existen poderes que no estamos capacitados para manejar y visiones que nuestra mente no es capaz de soportar. Muchos experimentos imprudentes pueden conducirnos a la enfermedad o la locura. El uso de poderes metafísicos con fines mundanos nos lleva a cometer graves errores, a ocasionar grandes daños y por lo tanto a acarrearnos karmas severos. El brujo cegado por la ambición y la ignorancia se convierte en su peor enemigo. Lo peor que le puede ocurrir es que logre realizar sus deseos.

Las facultades y el camino interior
Al estudiar los riesgos implicados en el desarrollo de facultades metafísicas no estamos sugiriendo que debamos renunciar definitivamente al cultivo de nuestros potenciales humanos, sino se debemos reconocer el orden y área de trabajo por donde debemos comenzar para evitar los peligrosos caminos del yo de la brujería.
Siendo la ignorancia y el egoísmo las causas de las elecciones erradas y del afán por alcanzar una falsa felicidad y realización por medio del desarrollo del poder, resulta indispensable trabajar primeramente sobre esos aspectos que están tan arraigados en nuestro ser.
Existe una gran diferencia entre el camino del yo brujo y el camino impecable de la sabiduría. Mientras el yo brujo busca el dominio del mundo externo; el auto conocimiento nos invita desarrollar los potenciales que nos facultan para dominar del mundo interno. Ninguna actividad del yo de la brujería aporta algo para que aumente nuestra sabiduría, nuestro grado de libertad y de regeneramiento. Las prácticas del yo brujo se enfocan exclusivamente en el dominio de las situaciones externas para lograr la realización de sus intereses y deseos. El yo brujo lejos de querer ser un instrumento del SER y subordinarse a una voluntad y orden superior, quiere tener el poder para hacer su propia voluntad.
Si queremos explorar y transformar el mundo interno necesitamos cultivar otra clase de poderes muy distintos a los del yo brujo. El sentido de la auto-observación, la atención, el discernimiento, la no identificación, la meditación, entre muchos otros. Lógicamente, estos poderes resultan menos atractivos porque no nos prometen satisfacción, grandeza mundana, ni dominio sobre los demás.
El auto conocimiento nos invita a desarrollar la capacidad de conocer los mundos internos y las dimensiones de la naturaleza, no para satisfacer los caprichos personales, sino para acceder a la fe consciente y a la información que es indispensable para orientar nuestro camino hacia el despertar.
El aspirante a la sabiduría debe conocer las leyes de la naturaleza, no para realizar caprichosamente sus deseos, sino para ordenar su desenvolvimiento en el mundo y contar con las herramientas que le permitan nadar contra la corriente y lograr su liberación.
Debemos reconocer el valor de nuestras energías, sustancias sexuales y capacidades mentales para poder dirigirlos al emprendimiento de regenerarnos, liberarnos, iluminarnos y perfeccionar los vehículos donde ha de manifestarse el Ser.
Si no trabajamos sobre el ego no podremos alcanzar la sabiduría y el amor que nos hagan incorruptibles ante la llegada de cualquier facultad metafísica.
Si no hemos rescatado comprensiones sobre el éxito, sobre la fama, sobre el placer y la fortuna; en el fondo de nuestro ser persistirá la valoración, el apego y el deseo de lo mundano. Entonces, lo más factible es que al desarrollar un poder nos inclinemos a utilizarlo para estos fines.
Si no sabemos distinguir la deferencia de los caminos, fácilmente podemos ir por el del yo de la brujería convencidos que estamos avanzando en el desarrollo de nuestro ser interno.
Podríamos ahondar en el conocimiento de temas ocultos, adiestrarnos en el manejo de la magia, de las fuerzas sutiles, de los poderes de las piedras, de la sanación mística, de la influencia astrológica o cultivar con éxito muchas capacidades sobre humanas sin haber profundizado en lo más mínimo en la comprensión de la ignorancia, en la disolución del ego, en el regeneramiento y en el aumento de la comprensión que poseemos sobre las verdades de la vida.
Podríamos toparnos con una persona que tiene facultades metafísicas sorprendentes, que puede augurar, leer pensamientos, leer las líneas de la mano, que sabe de temas esotéricos, etc. Y confundirnos creyendo que es un maestro espiritual o un sabio. Esta confusión ocurre si ignoramos que el desarrollo de los poderes metafísicos y del nivel de ser puede darse de manera independiente.
El aspirante al despertar no debería procurar poderes ocultos mayores a los que su propio ser le va revelando. Más importante es que se haga adulto en sabiduría y lo demás se da siempre por añadidura.

Dos tipos de magia
La magia es el entendimiento, dominio y manipulación de fuerzas, leyes y entidades de la naturaleza que nos permite obtener resultados sobre la realidad por medio de procedimientos no convencionales.
Aunque a través de la magia puedan generarse prodigios no debemos considerarla como milagrosa. El hecho de que sea incomprensible para el entendimiento ordinario no quiere decir que no tenga explicación.
La indagación, entendimiento y manipulación de la naturaleza visible e invisible ha de convertirnos inevitablemente en magos y en caminantes de un sendero que puede ser diferente según el propósito hacia el cual se enfoquen los conocimientos y capacidades adquiridos; siendo uno el camino blanco y otro el camino negro.

La magia blanca
Es la magia ejecutada por el hombre despierto que ha avanzado en la disolución del ego y en el camino de la purificación. Cuando el amor y la sabiduría son superiores al poder, entonces el poder es tan sólo un instrumento del amor y de la sabiduría.
El mago blanco no ha adquirido sus facultades prematuramente y por lo tanto no las utiliza por capricho, para lucrarse, para dañar a otros o exhibirse y ser reconocido.
Los procedimientos de la magia blanca son limpios y no atentan contra las leyes de la naturaleza. El mago blanco no vampiriza la fuerza de otros, no hace pactos con entidades, ni utiliza materiales o procedimientos inmundos.
Por este mundo han pasado extraordinarios exponentes de la magia blanca como lo fueron Jesús, Moisés, Buda, Hermes Trimegisto, entre otros. Una característica de estos maestros es que aunque poseían grandes poderes místicos, no enseñaban a sus aprendices a desarrollarlos, sino a profundizar en el humilde conocimiento de sí mismos y a crecer en amor y en sabiduría. Si exhibieron sus facultades públicamente fue para cumplir con misiones y responsabilidades específicas y no para satisfacerse a sí mismos.
Al conocernos a sí mismos comenzamos a encaminarnos en el desarrollo de facultades que debemos saber manejar. Entendemos el funcionamiento de la psiquis humana, comprendemos las leyes de la naturaleza, el valor y potencial de nuestras fuerzas, mente y sustancias sexuales. No sabremos manejar estas capacidades si no hemos establecido previamente un cimiento firme en la sabiduría

La magia negra
La magia negra es aquella que se utiliza para propósitos mundanos por aquel que está degenerado y no ha disuelto la ignorancia ni el egoísmo. En este caso son los egos los que se apoderan de las facultades y las usan de manera imprudente; sin medir efectos y en contra de las leyes de la naturaleza.
Cuando el poder sobrepasa el amor y la sabiduría tarde o temprano corrompe a quien lo posee y se convierte en un instrumento para el yo de la brujería.
El yo de la brujería nos hace escudriñar el ocultismo de manera imprudente y también nos lleva a establecer contacto con personas que están ligadas a entidades y fuerzas inferiores, que ejercen la magia negra, y prestan servicios vinculados con ella.

Magia negra y brujería en nuestros días
En la actualidad existen muchas personas que se dedican a ejercer la brujería y la magia negra. Generalmente no se presentan como brujos, sino como maestros espirituales, hermanos mayores, chamanes, consejeros, enviados divinos, etc. Muchos presumen tener contacto con ángeles, seres de luz y afirman ser intermediarios de ellos para hacer sus trabajos.
La característica principal de los brujos es que utilizan los poderes metafísicos para propósitos mundanos. Se presentan ofreciendo diferentes servicios como: riqueza, salud, atracción y ligue sexual, predestinación, daños a terceros, entre otros.
Estas personas no enseñan a trabajar interiormente, a comprender el ego, a purificar el sexo, ni a pagar el karma.
Utilizan diversos procedimientos y materiales inmundos como, pactos con entidades, sangre, huesos humanos, espiritismo, sacrificios, santería, fijación mental, ritos sexuales, adivinación, invocaciones, liberaciones, limpiezas, etc.
Recordemos que al frecuentar los brujos establecemos una recurrencia con la magia negra y además adquirimos karma por los daños que podamos ocasionar a través de estos medios.