Concentración y Relajación

 "No hay concentración para el que no tiene sabiduría; no hay sabiduría para el que no se concentra. En aquel que hay concentración y sabiduría, ése verdaderamente está próximo al nirvana"
Buda / Dhammapada vers. 372

Estudiando la concentración no solo descubriremos las aplicaciones que podemos darle en nuestra vida práctica, sino entenderemos el gran papel que cumple en el auto conocimiento y en el despertar de la conciencia.



En el terreno religioso y espiritual la concentración tiene mucha importancia y es considerada como una meta que se persigue a través de numerosos métodos. En las escuelas los profesores constantemente llaman la atención a sus alumnos exigiéndoles concentración. Pero ¿Qué es en sí la concentración? ¿Qué papel cumple en el despertar de la conciencia y cómo podemos acercarnos a ella?
La palabra concentración significa conciencia centrada en la acción. Se refiere a un estado de conciencia en el que todos los componentes de nuestro ser se sincronizan exclusivamente en aquello que estamos haciendo. Recordemos que todo hombre es una composición de cuerpo, mente, emoción, energía y atención que pueden manifestarse divididas, dispersas o unidas en armoniosa sincronía.
Aunque parezca sorprendente, la concentración es un estado interior poco común que rara vez frecuentamos. Lo usual es que mientras en el mundo exterior estamos desempeñando un oficio, caminando, reparando algo, trabajando, lavando, comiendo, etc. con aparente concentración, en el mundo interior nuestra atención constantemente se disperse, divage, y desvíe hacia, fantasías, proyectos, recuerdos, suposiciones, temores, preocupaciones, entretenimientos ajenos a lo que estamos haciendo. Nuestra atención raras veces está sincronizada con los sentidos y con el momento inmediato que estamos viviendo. No obstante, existen instantes repentinos en los que ocasionalmente entramos en estado de concentración. Esto ocurre cuando algo nos interesa profundamente y entonces nos entregamos a ello de tal manera que las distracciones desaparecen. Entramos en un estado de abstracción, perdemos la noción del tiempo, cesa la lluvia de pensamientos y la emoción se alinea haciéndonos experimentar bienestar hacia lo que estamos haciendo. Nos liberamos de la divagación de la mente y de las resistencias emocionales. Entonces, sin darnos cuenta experimentamos las bondades de la concentración como la eficiencia, la capacidad, la conciencia despierta, la inspiración, la creatividad, el descubrimiento y el gozo.
En estado de concentración se unifica todo nuestro ser y entonces se expresan espontáneamente todos nuestros potenciales. Cuando experimentamos inspiración y gozo al concentrarnos tenemos disponibilidad para desarrollar paso a paso y en detalle el oficio que desempeñamos, obteniendo resultados asombrosos y una precisión imposible de lograr en estado de dispersión o de conciencia dormida.
Todos los descubrimientos revolucionarios, inventos y las grandes obras de arte son manifestaciones creativas surgidas en estados de concentración.
Lastimosamente, la mayoría de personas desconocen las bondades de la concentración y por eso son raros los que demuestran interés por alcanzarla.
Por vivir identificados con el ego solo podemos concentrarnos en actividades que nos estimulan y satisfacen el yo de alguna manera. Nos abstraemos fácilmente al ver una película, al perseguir un deseo o al realizar un proyecto que nos promete éxito, reconocimiento, estatus, etc. Pero hacia las demás actividades que se nos presentan con un aspecto ordinario, simple y poco prometedor experimentamos indisposición, tedio y resistencia.

La concentración y el auto conocimiento
A diferencia de lo que parece, la concentración no es un estado excluyente de fijación en una sola cosa, sino la unificación de todo nuestro ser con el instante presente en un estado de disposición, receptividad y conciencia despierta. Por eso, este estado es vital para el auto descubrimiento, porque al estar atentos podemos percibir la intromisión de los egos que frecuentemente intervienen en nuestro desenvolvimiento cotidiano. El hecho de darnos cuenta de la actividad de un yo distractor es síntoma de atención.
Podemos estar ocupados haciendo algo, pero si estamos concentrados notaremos cuando los yoes afloran en nuestra psicología e intervienen en nuestro estado interior. En cambio, si vivimos distraídos ni siquiera nos damos cuenta del momento en que nos identificamos con un yo.
En un día cualquiera ocurren muchas cosas en nuestro universo psicológico que pasan inadvertidas para nosotros si estamos sumergidos en actividades mentales distractivas.
Las lecciones de la vida provienen inesperadamente de cualquier lugar, objeto o dirección pero solo podremos captarlas si estamos despiertos en concentración.

¿Cómo lograr la concentración?
Generalmente, lo primero que se cruza por nuestra mente en el intento por alcanzar la concentración es emplear el esfuerzo y la voluntad. ¡Debo concentrarme! Sin embargo, uno de los objetivos más importantes de esta enseñanza es llegar a comprender que la fuerza y la voluntad aplicada en el esfuerzo por lograr la concentración producen división interior, lucha y resistencia donde una parte de nuestro ser quiere someter a la otra. Por lo tanto son caminos ineficientes para poder entrar en un estado unificado de concentración.
El deseo de ver realizada la concentración es un interés diferente a la acción y por lo tanto un impedimento para la concentración.
Cuando nuestra atención y emoción se alinean hacia una sola cosa no hay presencia de un supervisor o juez que apruebe o controle el estado de concentración. Si comprendemos esto dejaremos de orientar nuestro trabajo en forzar la concentración y podremos enfocarnos en superar la distracción, ya que la concentración es algo que ocurre cuando son trascendidas las distracciones.

¿Qué es la distracción?
La distracción es el estado de división interior que tiene lugar cuando nuestra atención se desvía hacia pensamientos e imaginaciones ajenas a lo que estamos haciendo. Cuando experimentamos sentimientos contrarios al momento y lo abordamos con resistencia. Hacemos algo con el cuerpo pero emocionalmente queremos hacer otra cosa. Esto ocurre si en nuestro interior se manifiesta un ego que entra en conflicto con la acción que estamos desempeñando.
La distracción es un estado imperceptible al que nos hemos acostumbrado. Tenemos atrofiado el sentido de auto observación y por esta razón no podemos percibir el ingreso de yoes que producen desorden y dispersión en nuestra psicología.
La mayoría de oficios los hacemos en modo de piloto automático, abordándolos desde un programa repetitivo en el que no hay lugar para la creatividad. Nuestro cuerpo conoce un procedimiento para hacer oficios mecánicos, entonces le delegamos las tareas mientras nuestra atención se fuga hacia fantasías y distracciones.
Al dividirnos nos volvemos ineficientes, incapaces, se duerme nuestra conciencia, hacemos las cosas mecánica y mediocremente experimentando resistencia y malestar hacia lo que estamos haciendo.
El hombre disperso y en desorden pierde todo su potencial y no solo se vuelve incapaz para asumir los pormenores de su propia existencia, sino también para ahondar en el trabajo del auto conocimiento.
Al divagar somos susceptibles a valoraciones y pensamientos negativos e irreales que entorpecen nuestra eficiencia y capacidad. Una tarea muy sencilla puede llevarnos mucho tiempo y desgastarnos tremendamente porque en lo interior estamos dispersos y en resistencia.
El malestar que nos produce la mayoría de actividades y responsabilidades ineludibles de nuestra existencia no es provocado por el oficio, sino por la resistencia que sentimos a realizarlo.
El egoísmo nos hace sufrir ante oficios cotidianos de aspecto insatisfactorio que no representan una promesa para nuestro yo. También sufrimos cuando nos sentimos obligados o cuando tenemos que enfrentar situaciones y tareas para las que no estamos preparados. La distracción es un escape irresistible a ese sufrimiento.
Nos volvemos ineptos para realizar las tareas más sencillas, no porque seamos incapaces, sino porque no tenemos la disponibilidad de seguir paso a paso las indicaciones que la conciencia nos va revelando.
La actividad de la mente ocupa más lugar del que debería en nuestro desenvolvimiento. La mayoría de pensamientos a los que prestamos atención mientras realizamos acciones son innecesarios para la ejecución de lo que estamos haciendo. Dejamos que nuestra atención se vaya hacia anticipaciones innecesarias y pensamientos irreales que no están ocurriendo y a las cosas reales que sí están pasando no les prestamos atención.

Trabajar sobre la distracción
Nuestras responsabilidades y tareas cotidianas más simples pueden convertirse en excelentes ejercicios para acrecentar nuestra atención si aprendemos a realizarlos en estado vigilante, procurando descubrir las intromisiones que nos distraen. En un principio resulta una tarea confusa y difícil porque estamos acostumbrados a vivir distraídos y las actividades de la mente nos parecen elecciones propias y partes naturales de nuestro ser.
Si estamos en constante atención descubriremos la intromisión de una gran diversidad de elementos distractivos como:
Pensamientos de actividades para hacer más tarde, recuerdos del pasado, sentimientos de resistencia hacia lo que se está haciendo, juicios que evalúan y clasifican las actividades, deseos de terminar rápido, deseos de hacer otra cosa, deseos de entretenerse, etc.
Las distracciones nos abordan activando sensaciones de inquietud, deseo, resistencia, pereza, mediocridad, etc. Si estamos atentos podemos descubrir el yo distractor y así evitaremos identificarnos y sumergirnos en sus sugerencias y estados atrapantes.
La meditación es de gran ayuda para complementar el trabajo. Apartándonos de las actividades podemos meditar para comprender las causas y fundamentos de la resistencia.
Cuando vivimos vigilantes y en creciente concentración aprendemos a no ser susceptibles a las impresiones y sugerencias que constantemente vienen del entorno para distraernos.
Trabajando sobre los intereses y condicionamientos del ego podremos liberar nuestras fuerzas y disponibilidad para entregarnos a las tareas que la vida nos va encomendando así no sean estimulantes ni satisfactorias. Al aspirar al despertar no elegimos las actividades en las que hemos de concentrarnos. La percepción impersonal nos las revela.
La mayor recompensa de la concentración es el estado de bienestar que podemos experimentar al abstraernos en lo que hacemos, independientemente del valor de la tarea, de los resultados o beneficios que podemos obtener de ella.

¿Qué es la relajación?
La relajación es un estado de calma y tranquilidad física y psicológica que se manifiesta espontáneamente cuando hay ausencia de estrés, excitación y alteraciones mentales.
Cuando se nos habla de relajación tendemos a visualizar un estado que solo puede lograrse en el apartamiento, reposo del cuerpo y quietud del ambiente. Más la verdadera relajación es la calma y tranquilidad interior que podemos alcanzar y frecuentar en medio de las circunstancias de la vida. Se encuentra muy ligada a la concentración, porque toda distracción viene siempre acompañada de tensiones. La presencia de tensión es un síntoma de identificación.
La relajación es un estado indispensable para que se manifieste todo el potencial de nuestro ser. La solución de problemas y muchas ideas creativas suelen surgir con naturalidad en los momentos de descanso o simplemente cuando no hay perturbaciones, preocupaciones o tensiones.
La tensión impide la fluidez y la claridad. Insensibiliza, entorpece, agota energía, duerme la conciencia y obstaculiza la percepción de la realidad.
El estado de relajación es muy inusual porque así como estamos acostumbrados a vivir en distracción e inconsciencia, también lo estamos a vivir en permanente perturbación física y psicológica. Nuestra motivación responde a estímulos tensionantes agradables o amenazantes. El deseo, el suspenso y el ansia de sensaciones causan tensiones que nos agradan y que frecuentamos como parte vital de lo que consideramos como bienestar.
Al observarnos en estado de tensión debemos buscar el yo psicológico que la origina y trabajar sobre él para recuperar la relajación.
Cuando se presentan los eventos cotidianos de la vida y en nuestro interior no afloran convulsiones, ilusiones, ansias, temores, incertidumbres, etc. Es síntoma de que hemos comprendido aquellos estados de la mente y por eso ya no nos afectan, distraen ni tensionan.