Karma y Dharma



¿Qué es el karma?
Cada uno de nuestros actos es la causa o semilla de un efecto que cosecharemos en forma de retribución. Las buenas y malas acciones que realizamos son la causa de efectos que regresarán a nosotros como un boomerang formando lo que llamamos el karma. 
La palabra karma significa: Acción, pero como hemos visto, una cualidad de la acción es que conduce a un efecto y a una respectiva retribución. De este modo, la buena acción genera buen karma y la mala, mal karma. 


El buen y mal karma son las semillas de nuestro futuro, que producen lo que conocemos como destino. Es así como todas nuestras acciones buenas y malas nos conducen a un resultado benéfico o perjudicial, armonioso o conflictivo y por eso se dice que en la vida cosechamos según lo que sembramos. Si comprendemos esto, descubriremos que somos los arquitectos de nuestro destino, pues tenemos la libertad de hacer el bien o el mal y por lo tanto de elegir lo que queremos recibir en la vida como retribución. 
Las obras que realizamos en el pasado son las causas de nuestro presente y las que realizamos en el presente son la causa de nuestro futuro. La ley del karma nos permite comprender por qué las condiciones de vida de cada persona son particulares y diferentes a las de los demás, pues cada quién actúa de un modo distinto y se relaciona de una forma única con la ley de causa y efecto.

El karma y el sufrimiento
Cuando tenemos la conciencia dormida actuamos sin medir efectos y sin tener en cuenta que algún día tendremos que experimentar en la misma medida el sufrimiento que causamos a los demás.
Al identificarnos con nuestro ego nos centramos exclusivamente en satisfacerlo, encegueciéndonos y pasando por alto el sufrimiento que tenemos que causar a otros para lograrlo. Embriagados e hipnotizados, no alcanzamos a ponernos en el lugar de los demás. De ahí la sentencia que dice: “las cosas no parecen malas cuando las hacemos, sino hasta que nos las hacen”.
Cuando comprendemos que las cosas malas que nos pasan son el efecto de nuestras acciones pasadas, logramos darnos cuenta que somos los responsables de las situaciones difíciles, abusos e injusticias que se nos presentan en la vida. Porque las acciones de maldad se dan vuelta y se convierten en sufrimiento. 

¿Por qué tenemos tan mal karma?
Si desde hace tiempo se nos ha enseñado que, de lo que uno da recibe... sí sabemos que somos los arquitectos de nuestro destino y poseemos el secreto para fabricarlo; ¿No sería lógico que las personas dieran buenos tratos a los demás, sabiendo que estos regresarán como circunstancias de felicidad más adelante? ¿Cómo es qué, por el contrario, la mayoría actúa con maldad, sembrando un mal karma, condicionándose a un mal destino y, por lo tanto, a un futuro lleno de malas relaciones, carencias, condiciones difíciles, tragedias y enfermedades? 

Pues porque, aunque conocemos la ley, estamos programados para actuar en contra de ella. Ya que nos relacionamos con los demás a través de la identificación con yoes de lujuria, codicia, envidia, egoísmo, tiranía, orgullo, etc. De ahí que en nuestra vida cotidiana actuemos con irrespeto, odio, discriminación, violencia, abuso, traición, abandono, maldad, etc. brindando a otros constantemente el trato que no nos gustaría recibir.
La identificación con el ego nos hace experimentar un placer que nos duerme la conciencia y nos impide VER que estamos haciendo sufrir a otros. No nos damos cuenta del sufrimiento que producimos cuando nos embriagamos en la ganancia, en la satisfacción y en la realización que obtenemos de las malas acciones. Ejemplo:  Al explotar, al ser infieles, al competir, al burlarnos, al criticar, etc. Por eso dice una sentencia que: “las cosas no nos parecen malas cuando las hacemos sino hasta que a nosotros nos las hacen”

El karma y el aprendizaje
La ley de causa y efecto tiene una relación con los procesos del desarrollo espiritual, porque el sufrimiento que experimentamos por nuestro mal karma, contiene siempre una lección de vida que debemos aprender. 
Cuando estamos pasando por una circunstancia difícil en la vida, debemos recordar que nada ocurre desvinculado de una causa que nosotros mismos hemos puesto y que, aunque parezca difícil de aceptar, somos responsables de todos los problemas, de los abusos y de los infortunios que tenemos que sufrir de parte de los demás en esta vida. 
Los sufrimientos que debemos experimentar por causa de nuestro mal karma nos están señalando que alguna vez actuamos injustamente y nos exhortan a descubrir en sí mismos una conducta que debemos superar y corregir.
Como no nos auto observamos, no nos conocemos a sí mismos y por lo tanto no somos conscientes de que, si estuviéramos en las mismas condiciones de quienes nos dan un trato injusto, es muy probable que actuaríamos con los mismos yoes.
Si logramos aprender una lección de vida como resultado de una experiencia karmica, entonces nuestras faltas y sufrimientos habrán cumplido una función en nuestro proceso de evolución espiritual. Por el contrario, Si no entendemos los procesos de la justicia y no nos conocemos a sí mismos, nos obstinaremos en declararnos víctimas inocentes de todo lo que nos pasa, y entonces protestaremos del karma, auto considerándonos, echando la culpa a otros y quejándonos, en vez de repararlo y aprender de él. Existe un precepto que dice: No te opongas a tu karma… cancélalo. 

¿Qué es la deuda karmica?
Es el mal karma que se acumula cuando llevamos una vida en la que frecuentamos las malas acciones. Esta deuda nos lleva a relacionarnos mal con el león de la ley, condicionándonos a tener que vivir un mal destino. 
Debemos tener en cuenta que las causas que ponemos con nuestros actos no siempre producen efectos inmediatos; ya que algunos son a medio o largo plazo. Es por eso que mucho de nuestro mal karma se acumula de manera similar a la deuda que adquirimos con un banco. 
Los efectos del karma son como los frutos que cultiva un campesino, que no se recogen el mismo día que se siembran. Esta característica de la ley produce apariencias engañosas, porque en el mundo el injusto parece feliz y audaz por el provecho que saca de sus malas obras, mientras que el justo parece infeliz y tonto cuando se abniega para realizar buenas obras. Más debemos saber que, el injusto solo goza momentáneamente, mientras la semilla de sus malos actos madura y da un fruto amargo. Del mismo modo que el justo solo sufre momentáneamente, mientras sus buenos actos maduran y dan un fruto dulce. 
En ocasiones, puede parecernos que muchas circunstancias de nuestra vida son injustas, porque ignoramos que a través de ellas estamos cosechando el efecto de acciones que realizamos en un pasado ya olvidado. 
Si vivimos dormidos realizando malas acciones, acumularemos un mal karma por el cual deberemos cosechar muchos problemas, recurrencias y condiciones difíciles que pueden presentarse mucho tiempo después de haber sido sembrados, incluso en vidas futuras. 
Los sucesos y relaciones que se presentan en la vida del hombre que no trabaja interiormente, no son elecciones personales, sino el cumplimiento de una agenda que obedece a la deuda karmica.

¿Se puede pagar la deuda karmica?
Sí. El karma puede pagarse de dos formas: 
1. Con dolor. Esto es, experimentando los mismos sufrimientos por los que hicimos pasar a otros. Sufriendo enfermedades, penalidades y el yugo de ser víctimas de malas relaciones, bajo el peso de la ley violenta que dice: “ojo por ojo, diente por diente”
2. Acogiéndose a una ley superior: La ley de la misericordia; que nos abre las puertas del perdón y nos dice que: si nos arrepentimos, si rectificamos nuestra conducta y hacemos actos de compensación, podemos saldar nuestras deudas karmicas. 
El karma se puede saldar cuando acumulamos méritos haciendo buenas acciones que compensen nuestras faltas y errores del pasado. Esta capacidad de hacer méritos es lo que también conocemos como el Dharma.

¿Qué es el dharma?
En un principio el dharma hace alusión a un estilo de vida que se alinea con la enseñanza de los sabios, la cual nos exige dar un giro a nuestras costumbres negativas, abandonando las malas acciones y aprendiendo a tratar a los demás como queremos ser tratados.
El termino dharma también hace referencia a los méritos del corazón, que obtenemos cuando realizamos buenas acciones y enseñamos el conocimiento a los demás desinteresadamente.
Por medio del dharma podemos saldar las deudas karmicas que tenemos pendientes con la justicia divina. Por eso al dharma también se le conoce como “dinero cósmico” 
Si queremos pagar nuestro mal karma y avanzar en el camino del despertar necesariamente tenemos que adquirir méritos destinando parte de nuestro tiempo, energía y recursos para realizar buenas obras por los demás, recordando que la mejor forma de servir es trabajando en nuestro propio cambio y transmitiendo las enseñanzas a los demás desinteresadamente.
Si tenemos en cuenta que en nuestra vida de inconsciencia hemos acumulado una gran deuda karmica, reconoceremos la importancia de comprometernos con una disciplina de servicio que nos ayude a desarrollar el amor y a saldar las deudas karmicas. De esta manera, vamos borrando el destino, nos liberamos de las ataduras existenciales y logramos la trascendencia del sufrimiento. 
Igual que en el caso del karma también podemos acumular méritos con los que podremos equilibrar la balanza de la justicia y saldar nuestras deudas karmicas.